Yo ya hice mi lista de deseos para este año. La hago todos los años.
Tengo deseos para mí, para mi gente cercana, para otros que aún no conozco, para el mundo.
¿Sirve para algo?
Pues sí y no.
Me explico:
Desear la paz en el mundo es muy bonito. Por supuesto que la deseo. Pero hay poco que yo pueda hacer al respecto.
Desear vivir en calma está muy bien. Aquí sí puedo hacer más. Y fijar el deseo y escribirlo ayuda a comprometerme con tomarme la vida sin prisas.
Desear aprender a tocar la guitarra conlleva un compromiso de acción constante y frecuente. No se lo puedo pedir a los reyes magos.
Quiero llegar a que los deseos sirven para mucho si los trasladamos a objetivos y nos comprometemos a cumplirlos.
Los deseos no se cumplen. Los objetivos sí.
Considera lo siguiente:
Cuando hagas tu lista de deseos para el nuevo año, visualiza cómo será cumplir cada uno de ellos. Pero visualízalo a lo grande. ¡Éxito salvaje!
Siente cómo te ves, qué te dices, qué te dicen, cómo sabe. Siente la piel erizarse con esa película que te creas. ¡Ponla a todo color! ¡5K! Y de un salto ¡métete en la pantalla!
Y desde ahí, en esa película de la que eres protagonista, mira hacia hoy y dile a tu yo actual lo que debes hacer para llegar.
Luego, con esa sensación de éxito aún presente, escribe la primera acción que puedes hacer mañana mismo para acercarte un poco a ese objetivo. Una acción sencilla, una llamada telefónica, un correo electrónico…
A esa primera acción le seguirá otra y otra y otra.
Y ahora, ¿crees que los deseos sirven para algo?
¡Cuéntamelo!