¿Imaginas a un cirujano esforzándose para cortar con su bisturí en el sitio correcto? ¿O a un pianista teniendo que esforzarse para poder tocar la tecla correcta? ¿O a un cómico esforzándose para hacer reír al público? ¿O a un peluquero esforzándose para no dejarte el flequillo torcido?
Cada vez que alguien habla de la cultura del esfuerzo, nace un infeliz.
Aquello de “Con esfuerzo, puedes conseguir lo que sea.” es una de las mentiras más peligrosas que existen.
En el colegio dicen: “Tiene que esforzarse más”… A lo mejor habría que conseguir que lo disfrutaran más y se esforzaran menos.
Estamos acostumbrados a llevar a los niños a clases de refuerzo para que no suspendan las asignaturas que no les gustan, en lugar de para que destaquen en las que disfrutan. Haciendo que sus debilidades sean menos débiles en vez de explotar sus fortalezas. ¡Los estamos convirtiéndolos en mediocres! Y les estamos dando el mensaje de que tiene más valor no ser muy malo en lo que no tenemos talento, que destacar y disfrutar en lo que sí tenemos talento.
Y fomentamos una cultura del esfuerzo que nos lleva a ser mediocres como sociedad.
Una búsqueda rápida de la palabra “esfuerzo” en google nos devuelve términos como
- penalidad
- dificultad
- trabajo
- fatiga.
¿Cómo serán los resultados de un profesional que pase su día penando, fatigado, trabajando contra la dificultad? ¡MEDIOCRES!
Yo no quiero esforzarme.
Si imagino que mi hija tuviera que pasar por una operación quirúrgica, no quiero que el cirujano se esfuerce en hacer un buen trabajo. Quiero un cirujano que para hacer un buen trabajo no tenga que esforzarse, sino que se entregue a hacer un buen trabajo.
Nos esforzamos cuando tenemos que hacer cosas para las que no tenemos talento. Cuando hacemos algo para lo que sí tenemos talento, nos entregamos a ello, lo disfrutamos y lo hacemos bien.
Una búsqueda rápida de la palabra “entrega” en google nos devuelve términos como
- atención
- dedicación
- consagración
- interés.
Y ¿cómo será nuestro rendimiento si estamos atentos, dedicados, consagrados y prestando interés genuino?
Entonces, cada vez que algo te requiere esfuerzo en lugar de entrega, significa que estás trabajando en tus debilidades y no en tus fortalezas. Si, además, sientes que la mayor parte del tiempo te estás esforzando, es un indicador de que no estás en el lugar correcto o no le estás dando el enfoque adecuado a lo que haces.
Y estás sumando a un mundo mediocre.
Conocer nuestros talentos y desarrollarlos para convertirlos en fortalezas debería ser la primera obligación del ser humano (después de la propia supervivencia y demás necesidades básicas).
- Si lideras equipos, más te vale conocer y gestionar las fortalezas y debilidades de tus colaboradores. Ellos serán más felices y sus resultados (y los tuyos) serán mucho mejores.
- Si te encargas de seleccionar personas para trabajar en una empresa, deberías interesarte por las fortalezas de tus candidatos.
¿Cuáles crees que son tus 5 principales fortalezas? Te digo las mías:
- Soy estudioso. Me apasiona aprender y disfruto incluso más del proceso de aprendizaje que de los resultados.
- Soy analítico. Busco las razones y las causas, y tengo la habilidad de pensar sobre todos los factores que pueden afectar a una situación.
- Soy disciplinado. Me gusta establecer rutinas y estructurar.
- Soy estratégico. Ordeno la confusión y descubro el mejor camino para seguir adelante.
- Soy responsable. Asumo un compromiso sobre lo que prometo.
Y una de regalo: creo relaciones de respeto y confianza, generando un espacio donde trabajar por un objetivo común.
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